Al cumplir 60 años, Mariana Santibáñez se dio cuenta de que empezaba una nueva etapa en su vida: ya era una persona mayor.
Al principio, le asustaron los estereotipos que acompañan a la gente que camina hacia el envejecimiento. “Pensaba que cuando uno es viejo la vida se acaba y no se pueden emprender proyectos nuevos. Pero yo no me sentía así, al contrario, estaba llena de vida y con ganas de hacer cosas. Me di cuenta de que existía un mundo de posibilidades”.
En abril del 2023, el mismo día en que oficialmente se convirtió en una persona mayor, Mariana decidió hacer algo tan audaz como distinto: se paró en el centro de la plaza donde habitualmente los vecinos de la población Alberto Risopatrón, en la comuna de Pedro Aguirre Cerda, se juntan a “pasar la tarde y a matar el tiempo”. Motivada por sus ganas de ayudarse a sí misma a través de ayudar al resto, Mariana sacó la voz y le dijo a quienes la miraban extrañados: “los quiero invitar a que nos juntemos, nos conozcamos y nos acompañemos. Hay muchos beneficios y oportunidades para las personas mayores que no aprovechamos porque no sabemos que existen. Además, estoy segura de que nosotros también tenemos mucho que aportar”.
Espontáneamente una persona que estaba en la plaza, y a quien Mariana no conocía, sacó un cuaderno y un lápiz y empezó a anotar los contactos de los interesados. Trece personas se apuntaron. A los pocos días, todas las inscritas (porque al principio solo eran mujeres) llegaron a la junta de vecinos para la reunión inaugural. Conseguirse un espacio en esa sede fue el primer logro de Mariana. “En el segundo encuentro ya éramos 33. Decidimos sacar la personalidad jurídica y formar un club del adulto mayor. Así empezamos. Hemos tenido dificultades y varios obstáculos, pero los hemos superado y seguido creciendo”, cuenta mientras observa a las socias riendo al hacer una actividad al aire libre.
Gracias a la personalidad jurídica, el club ha logrado donaciones, recursos para proyectos propios y acceso gratis a actividades y paseos.
Mariana confiesa que antes de organizar este club, no sabía nada sobre liderazgo ni de los problemas de las personas mayores. Así que se puso a estudiar. “Leí mucho para informarme sobre cómo ser un buen líder y cómo organizar a grupos de personas; para saber de los problemas de los adultos mayores, de lo que proponía el programa del gobierno sobre el tema y sobre qué hace el Senama”.
De todo lo que investigó hay una frase que la marcó y que se convirtió en el mantra que guía su trabajo social: “un líder no mira, demuestra con hechos”.
Mariana cuenta con orgullo los logros de este club fundado hace menos de un año: han celebrado el Día de la Madre, viajado en el Tren del Recuerdo; visitado el Quisco; disfrutado de conciertos de música en el Teatro Oriente y Municipal; recibido sesiones de kinesiología y quiropráctica; y asistido a charlas en el Círculo de Mujeres del Rotary Club de Lo Barnechea sobre el envejecimiento activo y el “edadismo”.
“Antes, las vecinas estaban deprimidas encerradas en sus casas, había una que lo único que hacía en las tardes era ver El Chavo del 8 y otra que estaba destruida porque le habían detectado Parkinson. Ni hablar de arreglarse o pintarse, ahora están todas buenas mozas. Las “abuelitas” se han transformado en jóvenes llenas de vida. Nos reímos mucho, tiramos tallas y hacemos rifas, pero lo más importante es que nos escuchamos y nos acompañamos. Somos personas mayores que queremos ser felices”.
Un aporte muy valorado lo realiza el mercado Lo Valledor, ubicado en el sector, desde donde todas las semanas les donan frutas y verduras. Otro apoyo fundamental, explica Mariana, ha sido el que le ha entregado el programa “Juntos con los Mayores” de la Corporación 3xi. “Realmente sentimos que somos importantes para ellos y estoy segura de que seguiremos haciendo cosas juntos. Es rico saberse acompañadas”.
También un aliado del club es la Escuela Municipal Risopatrón, que les presta una sala donde se juntan todos los viernes. “Si bien oficialmente las reuniones comienzan a las cinco de la tarde, empiezan a llegar desde las tres. ¡Y no tenemos hora de término!”, afirma satisfecha.
LOS TÍTERES: PENSANDO EN EL FUTURO
Desde joven, Mariana tuvo una gran frustración: no haber podido ir a la universidad: “me hubiera gustado estudiar algo relacionado con las personas o los niños. Quería ser asistente social o parvularia, pero no pude por motivos económicos”.
Casi por azar, se inscribió en un taller donde enseñaban a fabricar títeres. “A mediados de los años noventa, tenía muchos problemas de dinero y con urgencia necesitaba generar ingresos. Así que me puse a hacer títeres y a venderlos. Me fue muy bien. Sobre la marcha, tuve que aprender a manejar un negocio. Yo no conocía ni los cheques, por lo que menos sabía hacer una factura. Gracias a los títeres, mis dos hijos pudieron estudiar en la universidad e incluso me compré mi casa”, confiesa.
Mariana relata que su “caballito de batalla” son sus títeres inspirados en la serie infantil “31 minutos”, con los que se instala en un puesto en calle Pio Nono. “A los niños y a los turistas les encantan”, dice feliz.
Ahora, está haciendo títeres para los 17 integrantes del club. “La idea es que puedan crear sus propias obras y que usen los monos para contar los problemas y discriminaciones que sufren constantemente”. Los títeres son una iniciativa con la que pueden emprender y proyectarse a futuro. Por eso, Mariana sigue pensando en grande: su sueño es viajar en un crucero con todos los entusiastas miembros del club. “Estoy segura de que si seguimos trabajando así de unidos y con tanto entusiasmo, lo lograremos”, sentencia segura.